Luciérnagas

Luciérnagas fue publicada en 1993, tras una profunda revisión de la autora de la versión primitiva anterior, que había titulado Las Luciérnagas (finalista del premio Nadal de 1949) y después En esta tierra (1955). La obra había sido prohibida por la censura, que consideraba que resultaba “destructora de los valores humanos y religiosos esenciales”[1].
Es una novela de formación, que muestra la evolución psicológica de Soledad Roda, una adolescente de familia acomodada, que ve cómo su entorno familiar y social se descompone y destruye bruscamente con el estallido de la guerra civil.
Las palabras de Marisa Sotelo Vázquez sintetizan el contenido de la novela:
Luciérnagas, ambientada en Barcelona y con una cronología muy precisa, comienzos del verano de 1935 al 26 de enero de 1939, refleja la transformación personal y existencial de la adolescente Sol y los demás protagonistas de la historia, su hermano Eduardo y los amigos de este, Chano y los hermanos Daniel, Pablo y Cristián, a la vez que describe con exactitud la metamorfosis del espacio urbano que habitan. Sol pertenece a una familia burguesa del ensanche Barcelonés que, tras el asesinato de su padre al comienzo de la contienda bélica, ve como todo su mundo –hasta entonces perfecto y feliz- se fractura y se descompone ante esa sensación nueva de inseguridad y miedo que se adhiere a su vida como, tras los bombardeos, el polvo de los escombros se pegaba a la piel.[2]
Como novela de formación o de aprendizaje, Luciérnagas está estructurada en tres partes que marcan la evolución de la protagonista: partida, iniciación y regreso.
La novela podría considerarse también una novela lírica., pues su lenguaje está lleno de recursos retóricos muy propios de la producción narrativa de Ana María Matute. Abundan:
  • Metonimias:
En la calle, la ciudad ya estaba despierta. Gente desconocida iba a sus quehaceres… Veía sus rostros ateridos de frío, sus ojos preocupados (105).
  • Metáforas:
Una turba de gritos sordos, de cosas ignoradas y ocultas surgían en la sombra. Y negros abortos, monstruosos, implacables, se alzaban del fondo de las cosas. Un mundo crudo, salvaje, se abría paso ante él (81).
  • Comparaciones
El hambre iba dejando su sombra viscosa, más ancha a medida que pasaban los días, como una gran mancha siniestra (48).
  • Repeticiones semánticas y sintácticas.
Las altas siluetas de las casas, con sus cien ventanas encendidas, sus amplios portales llenos de luz, daban una sensación de paz y de seguridad inconmovibles. Los edificios altos, macizos, las anchas avenidas como la Diagonal y el Paseo de Gracia, se le antojaban símbolos de una firmeza indestructible, conseguida, año tras años, por generaciones de hombres continuándose en un mismo empeño (77).
  • En muchas ocasiones, recurre, incluso, a la humanización de los objetos, frente a la frecuente deshumanización de los espacios:
Las paredes parecían contagiadas de miedo y los objetos, hasta los más fríos e inanimados, cobraban una vibratilidad humana… (169)
Los escenarios urbanos que aparecen en la novela son escenarios autobiográficos: Pedralbes, el Ensanche, la calle Muntaner, la plaza Universidad, el barrio gótico, la Vía Layetana, la Barceloneta, las laderas del Tibidabo son el espacio de la infancia feliz de Ana María Matute, truncada por la guerra.

También son frecuentes las descripciones de los espacios interiores, pero nunca se pierde la referencia al exterior, visto desde las ventanas.


Evolución del personaje de Sol. Transformación de Barcelona

La partida (pp. 11-135)[3]



La familia de Sol se verá obligada a ir deshaciéndose de su patrimonio y a aceptar en su casa a unas milicianas, pero la sensación más dolorosa es la del hambre, cada vez más acuciante y móvil de la transformación de los personajes y del espacio urbano:

El encuentro de Sol con su hermano inicia un largo peregrinaje por zonas de la ciudad desconocidas hasta entonces. Dos son las experiencias fundamentales de esta parte de la novela:

En este paisaje urbano, surgen nuevos espacios de supervivencia:

Iniciación (pp. 139-267)

La muerte de Daniel, enfermo de tuberculosis, y el bombardeo que destruye la casa y la zona en la que vive la familia del viejo profesor favorecen una visión apocalíptica de la ciudad, ahora en plana guerra civil. Solo el calor del humilde brasero transporta a Sol a la Barcelona idílica del comienzo de la novela.
Sol huye con Cristián hacia la torre de Pablo, que se ha suicidado al quedar gravemente herido.

El regreso (pp. 271-308)

El regreso de Sol a su casa se produce después de convivir con Cristián durante algún tiempo en la torre de Sarriá, donde serán detenidos y llevados a la cárcel. Cristián muere violentamente.
En enero de 1939, cuando las tropas del general Yagüe entran en la ciudad, Sol recupera la libertad,. Vuelve a buscar el escenario de su infancia en su deambular por las calles hacia el mar. Después asciende hacia su barrio y observa una ciudad extenuada, sometida, silenciosa, vencida y casi desierta.


Otros espacios

Si bien la acción transcurre prácticamente durante toda la obra en la ciudad de Barcelona, Ana María Matute ha situado una parte de la acción en otros lugares:
[1]Palabras textuales del informe del censor, reproducidas por Ana María Matute en el prólogo al segundo volumen de las Obras Completas.
[2] SOTELO VÁZQUEZ, Marisa (2012): Espacio urbano y guerra civil en Luciérnagas de Ana María Matute. Universitat de Barcelona. Captura 10 enero 2014.
[3] La paginación siempre se refiere a esta edición, Barcelona, Destino, Austral, Narrativa, 2011.