A los ocho decidieron llevarme al colegio de
las Carmelitas para que tuviese trato con otras niñas, y allí fue donde mi
secreto resultó abrumador. Empecé a ver lo que eran las chicas.
A propósito de mí, mi familia se expresaba
siempre con el mismo misterio que cuando hablaban de mi padre, como si supiesen
lo que yo tenía dentro de mi cabeza y como si fuese algo tan tremendo que no se
pudiese ni nombrar. Me mandaba allí como para curarme de algo: a que aprendiese
a ser niña, decían. Pero cuando empecé a tratarlas me produjeron horror, asco y
horror. Eran ellas las que estaban enfermas de su niñez; unas parecía que no
podían nada; todo lo que intentaban les quedaba corto, como si no estuviesen
enteramente despiertas; otras, al contrario, ya habían aprendido todo lo que
tenían que aprender, las lecciones eran lo de menos. ¡Aquel machacar de
ladrillos y repartirlos en porciones! En el recreo yo las veía jugar a hacer
comiditas y hubiera querido pisotearlas. Sin embargo, me portaba bien con
ellas; jamás reñí con ninguna, sólo las miraba hasta salírseme los ojos, pero
ellas no sabían por qué.
El aire de la mañana
en tu
nombre me ha venido a ver,
tres
golpes en mi ventana
y no he
preguntado ni quién es.
No sé si la Primavera
vendrá
esta vez para mí,
con la
caricia primera
que al
llamar quiere decir…vivir.
Al aire
de la mañana
lo he
visto yo amanecer,
si suena
aquella campana
déjala
que suene hasta después…
Recuérdame
las canciones
que
solíamos cantar allí,
decían de
corazones
y soñaban
con sentir así.
Un sueño
alegre y eterno
en forma
primaveral
que vino
como el invierno
para ver
el despertar… mi mal.
Vendrás a
mí Primavera
sin que
te sienta venir,
está
apagada mi hoguera
y no me
ilusiona ni vivir.
Letra:
Jesús María de Arozamena. Intérpretes:
Escolanía Samaniego de Vitoria
3. Ana María Matute: Primera memoria (1960)
No creo que yo fuera mejor que él. Pero no
desaprovechaba ocasión para demostrar a mi abuela que estaba allí contra mi
voluntad. Y quien no haya sido desde los nueve a los catorce años, atraído y
llevado de un lugar a otro, de unas a otras manos, como un objeto, no podrá
entender mi desamor y rebeldía de aquel tiempo. Además, nunca esperé nada de mi
abuela; soporté su trato helado, sus frases hechas, sus oraciones a un Dios de
su exclusiva invención y pertenencia, y alguna caricia indiferente, como
indiferentes fueron sus castigos. Sus manos manchadas de rosa y marrón se
posaban protectoras en mi cabeza, mientras hablaba, entre suspiros, de mi
corrompido padre (ideas infernales,
hechos nefastos) y mi desventurada madre (Gracias a Dios, en Gloria está), con las dos viejas gatas de Son
Lluch, las tardes en que estas llegaban en su tartana a nuestra casa. (Grandes
sombreros llenos de flores y frutas mustias, como desperdicios, donde solo
faltaba una nube de moscas zumbando.)
Fui entonces –decía ella- la díscola y mal
aconsejada criatura, expulsada de Nuestra Señora de los Ángeles por haber dado
una patada a la subdirectora; maleada por un desvanecido y zozobrante clima
familiar; víctima de un padre descastado que, al enviudar, me arrinconó en
manos de una vieja sirvienta. Fui –continuaba, ante la malévola atención de las
de Son Lluch- embrutecida por los tres años que pasé con aquella pobre mujer en
una finca de mi padre, hipotecada, con la casa medio caída a pedazos. Viví,
pues, rodeada de montañas y bosques salvajes, de gentes ignorantes y sombrías,
lejos de todo amor y protección. (Al llegar aquí, mi abuela, me acariciaba.)
-Te domaremos –me dijo, apenas llegué a la
isla.
Tenía doce años, y por primera vez comprendí
que me quedaría allí para siempre. Mi madre murió cuatro años atrás y Mauricia
–la vieja aya que me cuidaba- estaba impedida por una enfermedad. Mi abuela se
hacía cargo definitivamente de mí, estaba visto.
Ana María
Matute: Primera memoria. Clásicos
Contemporáneos Comentados: Barcelona. Páginas 16-17.
Información complementaria
Rosa Chacel
- Artículos escritos en El País
- Esquema biográfico. Prólogo a la primera edición de Estación de ida y vuelta, en El País
- Marchamalo, Jesús (2004): Viajeros y estables, 24. Rosa Chacel, el álbum de fotos. Centro Virtual Cervantes.