07 febrero 2014

FICHA 9: El restaurante de la Plaza Real. Eduardo y su padre

El tiempo se había detenido

Durante las últimas vacaciones de Pascua, su propio padre fue a recogerlo al colegio. Había comprado un Ford de nuevo modelo, y estaba orgulloso de él como un niño. Lleno de entusiasmo le llevó a dar una vuelta por la ciudad, para luego cenar juntos en un viejo restaurante de la Plaza Real, donde, le dijo, hablarían como dos hombres, seriamente. Eduardo recordaba palabras de su padre: “Aquí venía muy a menudo el abuelo.” Al decirlo, parecía lleno de emoción. “Hablaremos mucho esta noche, Eduardo – añadió-. Ya tienes catorce años, y desde hoy te considero como un hombre, en quien puedo confiar. Tú serás mi mejor amigo.”
El restaurante daba por un lado a los arcos de la plaza, y por el otro, a las Ramblas. Dentro reinaba una atmósfera tibia, algo melancólica. El maître conocía a su padre, y se acercó solícito. Era un anciano de cabellos blancos, con un frac de corte antiguo, pulcro y no demasiado nuevo. Luis Roda le presentó a su hijo, con orgullo. […] Eduardo se dio cuenta de que para su padre aquellos momentos tenían importancia, continuaban algo, cerraban algo en su vida, a la vez que la abrían a algo nuevo.
Casi todos los camareros eran de edad avanzada. Olía a caoba, a vieja madera. En las paredes había espejos ya un tanto picados, con marcos dorados, plafones decorados en oro, con pinturas oscurecidas por el tiempo. Eduardo se sintió molesto, incómodo. Su padre, en cambio, rebosaba satisfacción. Escogió los vinos cuidadosamente, fingiendo, incluso, consultar su opinión. Bebieron Côte du Rhône y un vino blanco de Coblenza. […] Eduardo se dio cuenta, de pronto, de que allí, dentro del comedorcito, el tiempo se había detenido milagrosamente. Parecían hallarse en pleno siglo XIX, aun fuera en la paz de la Plaza Real, el murmullo apacible y tierno de la fuente, las viejas tiendas, el museo-almacén de Historia Natural.
(págs. 78-79)

Textos complementarios

Can Culleretes, un restaurante de 1786

Mercè Rodoreda (1974): Mirall trencat

La Teresa feia molt de goig i tots els homes es giraven a mirar-la. Ell anava a agafar-li el braç. però es repensà: a Barcelona aquelles coses no es podien fer. Caminaren una estona junts i abans de deixar-les els digué que trigarien bastant a tornar-se a veure perquè havia rebut una carta de París i se n’hi havia d’anar abans d’acabar la setmana.
Al cap de dos dies Valldaura anà una tarda a can Culleretes. Tenia el costum d’anar-hi a menjar nata el dia abans de marxar, quan ja tenia la maleta a punt. Era la seva manera de dir adéu a Barcelona. Quan més distret estava sentí la veu de la Teresa: “¿Em puc asseure a la seva taula?” El mosso se’ls acostà de seguida: “¿Com sempre, senyora Rovira?” La Teresa rigué: “Sí, Joan, nata i ensaïmada”. I tot deixant els guants i el portamonedes a la cadira del costat digué a Valldaura, que encara no s’havia refet de la sorpresa: “Ja veu que faig com vostè”. Parlaren del temps, dels Bergadà, d’en Joaquim, que la Teresa no coneixia. Després estigueren un moment sense saber què dir. La Teresa féu un sospir: “Que bonic deu ser viatjar...” Ell li contestà que ja començava a estar cansar d’anar pel món tot sol i que sempre li havia fet por de casar-se amb una estrangera. “De vegades surt bé, però mai no he tingut ganes de provar-ho”. Tot d’una es recordà de la Bàrbara i es tornà vermell. La Teresa esbarrià la nata amb la punta de la cullereta i tot mirant-lo amb els ulls plens de falsa innocència pensà: "¡Que en deus tenir d’embolics pel món!” Gairebé no parlaren més. Quan s’aixecaren Valldaura li digué adéu amb recança. Estava perdut.
L’endemà, abans de sortir de l’hotel amb la maleta, encarregà que cada dia fessin portar flors a la Teresa. “Violetes; fins que n’hi hagi”. Seria con si l’idil•li de Viena tornés a començar. Però més de peus a terra. Deixà una capsa plena de targetes. A totes hi havia escrit: “Devotament”.
Mercè Rodoreda (1974): Mirall Trencat. Barcelona: Club Editor, pp.73-75.
Vázquez Montalbán, en la mesa

Manuel Vázquez Montalbán: Itinerario por la Barcelona gastronómica

Si no se quiere alejarse demasiado del corazón de la vieja Barcelona, el barrio chino, puede irse a comer a Casa Leopoldo donde la mejor consigna es decir: Vengo de parte de Pepe Carvalho o de Manuel Vázquez Montalbán y pónganme lo que ustedes quieran. La tenacidad de Casa Leopoldo contrasta con la mudanza de un barrio chino en plena remodelación en el que la piqueta le quita las varices de sus viejas prostituciones y extermina poco a poco lo que fueron ingles de la ciudad cuando Jean Genet ejercía por estas calles de ladrón y homosexual. (Le journal d'un voleur). […]
No lejos de Casa Leopoldo, casi al lado de la iglesia románica de San Pablo, Ca l'Isidre es un pequeño y espléndido restaurante que sublima la antigua cocina de mercado, y tampoco lejos de Casa Leopoldo, Quo Vadis no estiliza la cocina de mercado, sino que la ofrece con todo el esplendor que le presta el vecino mercado de La Boquería, especialmente notables sus mezclas de setas y dispuesto el cocinero a guisarte unos espléndidos fideos a la cazuela, aunque no estén en la carta. Yo siempre los pido. La Boquería es de visita obligada porque es el mejor escaparate de materias primas de la ciudad, tanto en su oferta de pescados activada cada día a partir de las siete de la tarde con la llegada de la pesca desde Rosas, como en la de salazones, aves, frutería, carne, despojos. Aquí se encuentra lo que no se encuentra en lugar alguno de Barcelona, aunque los grandes almacenes traten de competir con supermercados de la alimentación que, como El Corte Inglés, incluso plantean el cebo de una sección de gourmets. Pero La Boquería no sólo es el mercado total, sino también un itinerario humano en el que vendedores y compradores posan para la retina del mirón que les sorprende en los mejores gestos, en las mejores interpretaciones de vendedores y compradores.
Isabel Castro (2013): El Born, Barcelona

Manuel Vázquez Montalbán (1987): La soledad del manager

-Elija usted un resaturante, ¿cómo ha dicho que se llama? Carvalho. Colóquese a mi lado. Convengamos que el norte está allí, el sur se va por esa calle y luego el este y el oeste. Al norte, detrás de la iglesia de Santa María del Mar, tenemos El Borne, el restaurante de otro director de cine. Self-Service de unas cazuelas bastante buenas con guisos franceses y quesos ídem. Bastante bueno. Al sur un tascorro gallego, detrás de ese pórtico. A sabe usted lo que nos espera, y a estas horas ya está lleno. Andando un poco más, al este El Raïm, cocina del país, casera, buena. Pocas mesas. Al oeste acaban de inaugurar…
-Conozco el barro y el paño.
-Entonces usted dirá.
-El Raïm está lleno. Vamos a El Borne.
-Es cosa suya. Luego no se queje a la hora de pagar.
Le guiñó el ojo y se puso a caminar ante él con un brazo sobre los hombros altos y puntiagudos de la muchacha.
Manuel Vázquez Montalbán (1987): La soledad del manager. Editorial Planeta, Serie Carvalho, 3: Barcelona. Página 76. 

Joaquín Sabina y Vainica doble (1985): Con las manos en la masa

Siempre que vuelves a casa
me pillas en la cocina
embadurnada de harina
con las manos en la masa
niña no quiero platos finos
vengo del trabajo
y no me apetece pato chino
a ver si me aliñas
un gazpacho con su ajo y su pepino
papas con arroz, bonito con tomate
cochifrito , caldereta, migas con chocolate
cebolleta en vinagreta, morteruelo,
lacon con grelos, bacalao al pil-pil
y un poquito perejil
chiquillo que yo hice un cursillo
para Cordon bleu
eso ya lo se pero chiquilla
dame pepinillos
que yo los remojare
con una copita de ojen
papas con arroz, bonito con tomate
cochifrito, caldereta, migas con chocolate,
cebolleta en vinagreta, morteruelo,
lacon con grelos, bacalao al pil-pil
y un poquito perejil
papas con arroz,bonito con tomate.

Información complementaria

RODOREDA, MERCÈ

VÁZQUEZ MONTALBÁN, MANUEL:

  • MONLEÓN, Rafael y GIRALDI, Franco (1999, TV Series): Las aventuras de Pepe Carvalho.